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El consumo de marisco en la Edad Media

Como ya os contamos hace un tiempo, el consumo de marisco se remonta a tiempos prehistóricos. Gracias a los descubrimientos de numerosas conchas y exoesqueletos de crustáceos en enclaves arqueológicos, hemos podido conocer que la dieta de nuestros antepasados ya incluía el marisco.

Durante la Edad Media la dieta comenzó a variar por múltiples factores, como por ejemplo las doctrinas de la Iglesia que dictaminaba qué se podía comer y qué no en diferentes momentos del año según las tradiciones católicas. También los viajes comenzaron a traer nuevos manjares de otros mundos, así como las guerras paraban las comercializaciones de otros.

Durante este periodo eran muy frecuentes los grandes banquetes de reyes y nobles, donde las personas poderosas se reunían con el motivo de celebrar una boda, un bautizo, cerrar un acuerdo o negociar campañas bélicas. En estos banquetes donde sonaba música y había juglares, la comida jugaba un papel primordial: medir el poder adquisitivo del anfitrión.

Hoy en día no nos cabe duda de que si vamos a un evento y nuestro anfitrión quiere lucirse en la gala, ¡no puede faltar el marisco! Sin embargo, en la Edad Media el poder adquisitivo se medía por la carne, y los mariscos no eran relevantes en los convites. Y es que, por la facilidad de recolección, el marisco era un alimento muy popular en las zonas costeras. Es por eso que, al no ser un alimento exclusivo, no estaba en los grandes menús de los palacios (ellos se lo perdían).

Lo que sí que sabían ya desde la Edad Media es que el marisco tiene un poder afrodisíaco. El saber popular nuevamente acertó, la explicación científica que se esconde detrás de este viejo secreto, es que el alto contenido en proteínas estimula el funcionamiento hormonal. Algo que ocurre, por ejemplo, con las ostras, las almejas, los mejillones o los camarones.

No fue hasta pasados unos siglos cuando el marisco comenzó a comerciarse y a llegar también a las regiones del interior, potenciando su uso en la cocina y su consumo en las casas, evolucionando hasta convertirse en un tipo de alimento esencial en la dieta Mediterránea y uno de los más ricos manjares que existen.

¡Te esperamos en Círculo para degustar buen marisco juntos!

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¡Buen provecho!

El consumo de marisco en la Edad Media

Como ya os contamos hace un tiempo, el consumo de marisco se remonta a tiempos prehistóricos. Gracias a los descubrimientos de numerosas conchas y exoesqueletos de crustáceos en enclaves arqueológicos, hemos podido conocer que la dieta de nuestros antepasados ya incluía el marisco.

Durante la Edad Media la dieta comenzó a variar por múltiples factores, como por ejemplo las doctrinas de la Iglesia que dictaminaba qué se podía comer y qué no en diferentes momentos del año según las tradiciones católicas. También los viajes comenzaron a traer nuevos manjares de otros mundos, así como las guerras paraban las comercializaciones de otros.

Durante este periodo eran muy frecuentes los grandes banquetes de reyes y nobles, donde las personas poderosas se reunían con el motivo de celebrar una boda, un bautizo, cerrar un acuerdo o negociar campañas bélicas. En estos banquetes donde sonaba música y había juglares, la comida jugaba un papel primordial: medir el poder adquisitivo del anfitrión.

Hoy en día no nos cabe duda de que si vamos a un evento y nuestro anfitrión quiere lucirse en la gala, ¡no puede faltar el marisco! Sin embargo, en la Edad Media el poder adquisitivo se medía por la carne, y los mariscos no eran relevantes en los convites. Y es que, por la facilidad de recolección, el marisco era un alimento muy popular en las zonas costeras. Es por eso que, al no ser un alimento exclusivo, no estaba en los grandes menús de los palacios (ellos se lo perdían).

Lo que sí que sabían ya desde la Edad Media es que el marisco tiene un poder afrodisíaco. El saber popular nuevamente acertó, la explicación científica que se esconde detrás de este viejo secreto, es que el alto contenido en proteínas estimula el funcionamiento hormonal. Algo que ocurre, por ejemplo, con las ostras, las almejas, los mejillones o los camarones.

No fue hasta pasados unos siglos cuando el marisco comenzó a comerciarse y a llegar también a las regiones del interior, potenciando su uso en la cocina y su consumo en las casas, evolucionando hasta convertirse en un tipo de alimento esencial en la dieta Mediterránea y uno de los más ricos manjares que existen.

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